
Sechu López (i), Quitín Mira (c) y José Trejo (d), se fotografían en pleno Paso del Noroeste (Canadá) durante la expedición 'Mar de Hielo 2025'. Cedida 1d703t
José, Sechu y Quitín, los primeros españoles en llegar al Polo Norte magnético a pie: "La sensación era de -50 grados" 33z2a
La travesía les ha llevado a recorrer 613 kilómetros en 39 días: "Nos pillaron dos tormentas árticas y nos cruzamos con tres osos polares", relata a EL ESPAÑOL Quitín Mira. "Hubo una semana que pensé en dejarlo". 3t3533
Más información: Quitín Mira, el 'Amundsen' murciano que recorrerá 800 km en el Ártico canadiense con 59 años y "sin avituallamientos". 1ei35
En las solitarias explanadas árticas del Polo Norte sólo se distinguen dos cosas: el color blanco del suelo y el azul del cielo. Es tan inhóspito este paraje que ni siquiera pasa por él la noche. Este gélido entorno es el Paso del Noroeste, ubicado en Canadá. Fue en 1906 cuando el noruego Roald Amundsen –el primer hombre en llegar al Polo Sur– logró atravesarlo por primera vez con éxito.
Casi 120 años después, este lugar ha permanecido inaccesible por el hielo. Pero este 13 de mayo, tres españoles con edades comprendidas entre los 54 y los 59 años han sido los primeros en volver a alcanzar el Polo Norte magnético sin medios mecánicos.
Quitín Mira, Sechu López y José Trejo graban un oso polar durante su expedición al Polo Norte magnético.
Son José Trejo, Sechu López y Francisco 'Quitín' Mira. Este último, natural del municipio murciano de Santomera, ofrece a EL ESPAÑOL una íntima entrevista sobre su expedición, bautizada 'Mar de Hielo 2025'.
Una hazaña que han logrado caminando durante 39 días a lo largo de 613 kilómetros, desde Resolute Bay hasta Gjoa Haven, aguantando temperaturas de "entre –10 y –26 grados y dos tormentas árticas".
Y todo ello sin avituallamientos, de manera que cada uno ha emprendido el viaje "arrastrando una pulka –una especie de trineo con víveres en su interior– de entre 120 y 130 kilos".
Las imágenes que facilita Quitín Mira muestran la soledad de un entorno que puede llegar a convertirse en una celda gélida sin barrotes.
De hecho, este mismo recorrido se cobró la vida de 129 tripulantes que desaparecieron a bordo de dos barcos, en la expedición dirigida por el explorador John Franklin, en 1845.
Y estos tres exploradores se dieron cuenta desde el primer momento de que el frío, el suelo y la fauna no estaban dispuestos a facilitarles que consiguieran su objetivo.
"Antes de comenzar la travesía, llegamos a Resolute Bay, donde teníamos previsto grabar un documental sobre las costumbres ancestrales de los inuit con un o", explica Quitín Mira.
"Pero este hombre no apareció, de manera que tuvimos que pasar varios días en una cabaña de madera en medio del pueblo"

La cabaña de madera donde los exploradores pasaron 6 días antes de emprender la travesía hacia Gjoa Haven, pasando por el Polo Norte magnético.
Los inuits son los pueblos que se conocen popularmente como 'esquimales'. Sin embargo, el santomerano recalca que "a ellos no les gusta que se les llame así, porque eso significa 'el que come carne cruda, caníbal'. Prefieren que se les llame inuit, porque significa 'persona'".
"En Resolute Bay, Wayne Davidson, el meteorólogo local, nos advirtió de que la ruta que habíamos escogido para la travesía no era la más acertada. Los inuit cazadores nos dijeron lo mismo, ya que la costa estaba muy rota, con vías de agua, muchas focas y por lo tanto muchos osos polares".
Tal era la situación que no consiguieron convencer a ningún inuit de que les ayudara a pasar por el Estrecho de Barrow, "dado que estaba muy fracturado".
"Tuvimos que tomar una decisión que no cumplía con los objetivos de la Agenda 2030 que nos habíamos marcado: utilizar los fondos que habíamos reservado para un posible rescate, para pagar una avioneta. Porque sin pasar el estrecho no había expedición".

Los tres expedicionarios se toman una fotografía ante la avioneta que les llevó a la Bahía de Peel.
La avioneta despegó varios días después de la llegada de los tres exploradores a Resolute Bay, y después de un vuelo de "poco más de media hora", aterrizaron sobre la masa helada de la Bahía de Peel: en ese momento, comenzaron los 39 días de travesía.
"Teníamos prácticamente 22 horas de luz solar. El sol se ponía sobre las 12 de la noche, y comenzaba a amanecer entre las 2 y las 3 de la madrugada. Los pocos días que estuvimos a esas horas en marcha es cuando llegamos a pasar más frío".
PREGUNTA.– ¿Cómo fueron los primeros días de travesía?
RESPUESTA.– Comenzamos avanzando muy lentos y durmiendo entre 6 y 7 horas diarias. Al cabo de una semana cambiamos la estrategia y comenzamos a dormir 5 horas, estando entre 9 y 10 de marcha. A los 20 días de travesía volvimos a cambiar el horario, ampliándolo otra vez a unas 6 horas de sueño, pues el cansancio ya comenzaba a pasar factura.
Hay que entender que al parar empleábamos unas 4 horas para montar la tienda, la valla perimetral 'antiosos', organizar las esterillas y colchonetas hinchables, cambiarnos de ropa y derretir nieve para la cena o la comida y llenar los termos para comenzar por la mañana el desayuno.

Sechu López, José Trejo y Quitín Mira muestran las 'pulkas' en un descanso, durante la travesía.

Los tres exploradores descansan y comen en el interior de una tienda de campaña, durante la travesía 'Mar de Hielo 2025'.
P.– ¿Cuántas comidas hacían al día?
R.– Al desayuno nos tomábamos un liofilizado de desayuno o postre, unas galletas, crema de cacahuete, Nutella, proteínas en polvo, leche en polvo, suplementos de vitaminas... Durante la marcha parábamos dos veces en todo el día; unos 20, 25 minutos en cada ocasión. Nuestros 'almuerzos' consistían en una barrita, un puñado de frutos secos, frutas deshidratadas, chocolates, y litro y medio para toda la travesía, es decir, 0.75 litros cada parada, aproximadamente.
Al montar la tienda, hacíamos una 'comida/cena' que consistía en dos liofilizados, un poco de embutido, un poco de queso que teníamos que calentar en el hornillo y completar con Nutella, mantequilla, crema de cacao, miel... Es decir, tomar cosas de muchas calorías. La alimentación en una expedición polar debe ser de entre 4.000 y 5.000 calorías mínimo para poder soportar el desgaste calórico del cuerpo y para protegerse del frío.
Quitín Mira no exagera cuando subraya el desgaste físico de una expedición de estas características. La mayor prueba es que asegura haber perdido "entre 12 y 13 kilos de peso".
No en vano, los 613 kilómetros recorridos a pie por estos intrépidos aventureros es exactamente la misma distancia que separa la puerta del Teatro Real de Madrid de la Basílica de la Sagrada Familia de Barcelona por carretera.
Pero por si la distancia, el frío y el peso extra del equipo no fuesen poco, el Paso del Noroeste todavía les tenía preparadas más sorpresas: dos tormentas árticas y tres osos polares.

Quitín Mira se toma una foto durante un amanecer, en mitad del Paso del Noroeste (Canadá).
P.– ¿Cómo fueron los encuentros con osos polares?
R.– Quitín Mira: El primer avistamiento fue precisamente al pasar una zona de bloques: vimos unas huellas recientes y siguiendo su rastro con la vista, nos dimos cuenta de que a unos 130 metros, se movía una bola de hielo tirando a marrón (son más marrones que blancos, comparados con la nieve y el hielo). Nos olió, nos miró, hizo dos o tres amagos de ir hacia donde estábamos, pero luego siguió a lo suyo, a su respiradero.
El segundo oso, un gran macho, nos lo encontramos una vez terminamos de poner la tienda y la valla perimetral 'antiosos'. Se paseaba a unos 100 metros de la tienda dándonos un rodeo, tranquilamente, observando, oliendo... Pero finalmente siguió su marcha. El tercer oso lo vimos llegando a la costa de Boothia, entre bloques. Habiendo iniciado yo la marcha, vi que algo se movía delante de mí. Me paré, retrocedí y les dije a mis compañeros que teníamos delante un gran macho.
P.– ¿Qué hicieron entonces?
R.– Nos agrupamos para hacer bulto, para que viera algo grande y no le tentara atacar, y observamos cómo bajó los bloques e hizo el amago de venir hacia nosotros. Se paró, levantó el hocico, olió, retrocedió y nos fue dando la vuelta entre los bloques. Nos tuvo unos 25, 30 minutos parados, y comenzamos a grabarle con la GoPro y el móvil. Nos obligó a cambiar de dirección y seguir hacia el oeste en vez de ir hacia el sur, retomando el camino un kilómetro más abajo.
Pese a la impresión que debe producir toparse con una bestia que puede superar fácilmente los 400 kilos, el santomerano, amante de la naturaleza, asegura que en ningún momento sintió miedo.

El tercer oso polar avistado por los tres expedicionarios, durante su travesía hacia el Polo Norte magnético.
"Es espectacular ver este animal en su medio, tranquilo, observando, oliendo, intentando comprender qué somos y qué hacemos allí..."
P.– ¿En algún momento pensaron en abandonar la expedición?
R.– Yo pensé en dejarlo durante una semana que estuve con una diarrea que no conseguí cortar ni con dos cajas de Fortasec. El médico de la expedición me indicó por inReach que lo mío era una infección de estómago. Llegué a plantearme que me estaba consumiendo y que no podría mantener la marcha de 18 kilómetros diarios de marcha que andábamos en ese momento. Pero se me pasó, y volví a recuperar la ilusión en completar toda la ruta.

Quitín Mira se toma una fotografía con la barba congelada por las bajas temperaturas.
P.– ¿Cuándo llegaron al Polo Norte magnético?
R.– Los primeros 15 días, al ir haciendo entre 10 y 18 kilómetros, veíamos que no llegaríamos a completar la ruta y nos propusimos como primera meta el Polo Norte magnético de Ross. Y después, ya pensaríamos sobre la marcha, qué hacer. Cuando llegamos al Polo Norte magnético, nos quedaban 187 kilómetros que teníamos que hacer en 8 días.
Comenzamos a hacer más kilómetros diarios: 20, 21; y establecimos que los dos últimos días no dormiríamos y haríamos unos 47, 48 kilómetros, parando sólo 4 horas para montar la tienda, hacer agua, comer y seguir sin dormir. Así llegamos a Gjoa Haven el martes 13 a las 20 horas: habíamos conseguido completar la segunda travesía internacional al ramal 4 del Paso del Noroeste, por medios propios, sin ayuda exterior y 0 residuos, porque nos trajimos 7 kilos de basura.

El explorador Quitín Mira extiende la bandera de la Región de Murcia tras completado la expedición.
De manera que Quitín Mira, Sechu López y José Trejo pasarán a la historia de la exploración por esta gesta que llevaba 119 años sin repetirse.
En el caso del explorador natural de la Región de Murcia, recibirá el 29 de septiembre la Medalla de Oro de Santomera, su municipio natal, por su dilatada trayectoria en el montañismo y la aventura, donde es "un referente nacional e internacional", tal y como destaca el alcalde de la localidad, Víctor Martínez.
P.– ¿Cree que esta gesta será posible repetirla dentro de 20 años, con el ritmo actual de deshielo?
R.– Al comienzo vimos que había más 'mar de nieve' que 'mar de hielo', y al final de la travesía las temperaturas que al inicio eran de -26, -24 grados, y una tónica normal de -20. Tras 40 días, estas llegaron a ser de -10 y -8 grados, con un aumento de la temperatura inusual para esa fecha. Las temperaturas están subiendo, eso es una realidad. Cuando yo hice el Polo Norte geográfico ya me encontré con vías de agua muy al norte, algo inusual, y de eso hace 20 años. Creo que seremos de los primeros y de los últimos en hacer esta travesía. Dentro de 20 años ya no se podrá hacer.