Anne Carson. Foto: Beowulf Sheehan.

Anne Carson. Foto: Beowulf Sheehan. 352m2q

Poesía

Del horror de Guantánamo a la filosofía de Sócrates: la poesía experimental y libre de Anne Carson 64303q

La escritora canadiense, Premio Princesa de Asturias de las Letras, publica 'Norma enrevesada', un libro híbrido que combina poesía, ensayo y arte. 4m143u

Más información: 'Invitación al viaje', de Amalia Bautista: una antología para redescubrir la ironía en la poesía contemporánea 5e2q1w

Publicada

Ocho años después de la publicación de Float (2016; traducido en España en 2019 como Flota), veía la luz Wrong Norma (2024), libro que ahondaba en las constantes de su predecesor y en el que Anne Carson (Toronto, 1950), ya del todo indiferente a constricciones genéricas, hacía pleno uso de su libertad creativa.

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Anne Carson

Traducción de Jeannette L. Clariond Vaso Roto, 2025. 192 páginas. 25 €

El libro se publica ahora entre nosotros con el título Norma enrevesada y un gran trabajo de traducción de la editora, Jeannette L. Clariond, y siguiendo en todo punto el diseño de la edición original estadounidense, debido a la propia poeta.

Si Float consistía en una colección de 22 cuadernillos de diversa forma y extensión metidos en un estuche de plexiglás, esta Norma enrevesada simula ser un facsímil de un cuaderno de trabajo con dibujos, recortes y anotaciones conviviendo con los textos a limpio.

El resultado preserva mucho de la vivacidad del proceso, como si Carson se hubiera propuesto –y lo lograra– captar la huella del flujo creativo.

No pocos de los 23 textos que componen este volumen surgieron de encargos (artículos, conferencias, performances) que Carson reconfigura a su favor, buscando siempre el ángulo más productivo.

Y creo que es interesante pensar en ella menos como una poeta al uso, atenta a las calidades del lenguaje (que maneja con maestría, por lo demás) que como una artista conceptual, empeñada en construir superficies y artefactos atractivos, capaces de hacernos ver el mundo con otros ojos y ‘extrañarlo’.

Las superficies, para Carson, son interesantes justamente porque son la puerta para ir al fondo por el camino menos transitado.

Quizá el ejemplo más claro sea la magistral “Conferencia sobre la historia de la escritura aérea”, en la que el cielo mismo cuenta su “breve historia de mi vida como escritor”, tomando como modelo la creación bíblica del mundo en siete días.

Cada capítulo va contando la historia de la humanidad con una mezcla característica de humor, inteligencia, distancia olímpica (o celeste) y piedad. Y así, por ejemplo, el sábado “me di cuenta, autobiográficamente hablando, de que aún quedaba una vasta área de experiencia personal aún inexplorada e inexplicada, a saber, el cielo como medio de aniquilación”.

El fenómeno de la guerra –de la violencia humana– siempre ha estado entre los asuntos de Carson –véase “Virginia Woolf y Tucídides sobre la guerra”, en Hombres en sus horas libres (2000)–, pero aquí las inquietudes, digamos, cívicas y políticas toman un papel preponderante: el horror vergonzoso de Guantánamo en “Canción de Clive”, el drama de los refugiados políticos en “Destino, Tribunal Federal, Luna”, la tragedia de los inmigración como un estribillo que va asomando su fea cabeza sin dejarse apaciguar por las estrategias evasivas de la conciencia o la propia escritura…

Dice nuestra autora que “los textos no se relacionan entre sí”, pero eso es cierto a medias: hay recurrencias, hilos que sutilmente fluyen y se entrelazan, y hasta chistes privados a lo Hitchcock, como la referencia al pan blanco y las tostadas que aparece en muchos textos.

Decir que Norma enrevesada es Carson en estado puro suena a cliché, pero es verdad. Con matices: hay poco verso esta vez; han desaparecido los viejos juegos concretistas, sustituidos por algo parecido a la compostura (en “Todtnauberg”, el encuentro entre Paul Celan y Heidegger es revisitado en forma de diez dibujos con breves textos mecanografiados que apuntan al collage); y las referencias al mundo clásico han perdido terreno, aunque dominan páginas memorables como “Charla breve sobre Homero y Ashbery” y “Oh qué noche”.

El resultado es un libro lento y fulgurante a la vez, hecho sin prisas pero traspasado por una rara urgencia que el lector no tarda en percibir como propia.