Willem Dafoe. Foto: Andrea Avezzù

Willem Dafoe. Foto: Andrea Avezzù 69196u

Teatro

Willem Dafoe, al frente de la Bienal de Venecia: "El teatro te enseña a derrotar a tu opresor" 403x60

El intérprete ha asumido con gran ilusión la dirección artística de la sección escénica, que arranca el próximo 31 de mayo. Desde allí atiende a El Cultural, con su sonrisa empática perenne. 173f64

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Cuando tenía 18 años, Willem Dafoe (Appleton, Wisconsin, 1955) se matriculó en Arte Dramático en la Universidad de Wisconsin-Milwaukee. Muchas noches se le hacía muy tarde y, en lugar de volver a casa, prefería quedarse a dormir en la sala de estar que había sobre el teatro de la facultad. En medio de la madrugada, el vigilante se lo encontraba allí, o dormido o estudiando. Le miraba con cara de “pero otra vez aquí, Willem”. Dafoe sonreía y el guarda acababa haciendo la vista gorda.

El teatro fue, pues, la actividad primigenia en su carrera. Después de la universidad, se enroló en una compañía vanguardista, Theater X. Luego, ya en Nueva York, recalaría en The Wooster Group, más experimental todavía. Eran tiempos, aquellos 80, de vivir casi del aire, habitando squats aquí y allá, y sacando algunas monedas de donde se pudiera, con ingenio y picaresca.

Dafoe nunca ha olvidado que fue sobre las tablas donde se moldeó y modeló como actor, en aquellos años de bohemia y equilibrios en precario, entre la vocación y la inanición. No es una faceta muy conocida de su trayectoria, popular sobre todo por sus numerosos y poliédricos hitos fílmicos, bajo las órdenes de Martin Scorsese (La última tentación de Cristo), David Lynch (Corazón salvaje), Oliver Stone (Platoon, Nacido el 4 de julio), Lars von Trier (Anticristo), Michael Cimino (La puerta del cielo, su debut)…

Pero en la Bienal de Venecia de Teatro sí la tenían muy presente cuando le encargaron la dirección artística de esta edición (del 31 de mayo al 15 de junio) y la siguiente. Desde la ciudad italiana, vía Zoom, le regala a El Cultural una prolongada charla, sostenida todo el tiempo con una sonrisa empática y amable, como la que ofrecía a aquel vigilante de Milwaukee.

Pregunta. Cuando le propusieron asumir la dirección artística de la Bienal, dijo que sí inmediatamente. ¿Qué le empujó a lanzarse a este reto sin dudarlo?

Respuesta. Es un papel en el que no suelo estar. La dirección, la gestión… Nunca he trabajado en esos terrenos de una manera creativa, como un curador. Pero lo vi como una oportunidad de volver al teatro, y hacerlo de una manera que me permitiera explorar lo importante que es para mí. Mis años de formación en el teatro fueron determinantes, por eso siempre he buscado cómo regresar a él. Así que, básicamente, pregunté: qué implica esto. Me lo explicaron y dije: sí.

»Es muy ilusionante. Tengo salud y la gente y los espacios escénicos aquí son estupendos. Hay muchas cosas chulas con las que trabajar, así que estoy disfrutando y espero que sean un éxito. Estoy deseando ver alguna de las propuestas que hemos traído.

P. En esos años de formación fue clave su vinculación a The Wooster Group. ¿Cómo recuerda aquella época? ¿Por qué fue tan enriquecedora?

R. Aquella compañía [que hará Simphony of Rats de Richard Foreman los días 31 y 1] me marcó. Empecé cuando tenía unos 22 años. Era una época muy especial en Nueva York. Había una gran actividad cultural en la ciudad. Era todo muy amateur y muy artesano, hecho a mano, digamos, en espacios ocupados, fábricas… No era institucional, eso era lo importante, porque todo estaba en nuestras manos y hacíamos lo que queríamos.

»Teníamos muy poco apoyo, pero, en cambio, podíamos guiarnos solo por lo que deseábamos y lo que nos interesaba, sin tener en mente la idea de hacer una carrera o algo así. No había dinero ni futuro. No era una vida fácil, pero a la vez todo era muy puro. La recompensa estaba en lo que hacías. Esos años me moldearon como actor y me enseñaron el poder del teatro. Fue una época muy importante en mi vida.

Willem Dafoe, en Venecia. Foto: Andrea Avezzù

Willem Dafoe, en Venecia. Foto: Andrea Avezzù

P. Dice que el teatro es cuerpo y que este tiene su propia inteligencia, al margen de la inteligencia de la mente. ¿Diría que es incluso superior a esta?

R. Es diferente. En el cuerpo ocurren muchas cosas que no controlamos. Yo le estoy mirando a usted ahora mismo. Hay millones de funciones activadas en este instante para conseguirlo, y yo solo controlo una parte muy pequeña de estas. Hay mucho que es involuntario. Para levantar una mano no tengo que pensarlo antes. Los músculos saben lo que tienen que hacer. Es el instinto, un tipo de inteligencia, que nos conecta con la naturaleza y con el origen de las cosas, un impulso espiritual, que tiene su importancia en la interpretación, en el arte y la estética. Y hay que reconocer que esta es una forma de entendimiento más profunda.

P. Alerta de que las palabras (historias, tramas, guiones) pueden ser una barrera para el viaje a ese conocimiento profundo. ¿Por qué?

R. Sí, Richard Foreman solía decir que las historias esconden la verdad. Una gran historia es grande, vale, pero nos precipita hacia un peligro: vamos viendo cosas que reconocemos, nos implicamos emocionalmente en ella mediante la empatía. Nos gusta este tipo de conexión, pero, al mismo tiempo, al estar tan metidos en lo emocional, no resulta tan desafiante. Puedes llorar y también decir “ah, este tipo me encanta” o “así no soy yo” o “tenemos que ser más amables con la gente”. Cosas así.

»Ese ejercicio de empatía tiene aspectos positivos. Pero hay algo más profundo y más importante que el teatro puede hacer. Llevarte a ese lugar donde te enfrentas a un desafío de verdad, donde se suscita la curiosidad. Donde te dices “ah, pues yo esto no lo había pensado así”, “¿es esto verdad?”, “¿estaré yo equivocado?”, “quizá esto no era como creía”… Es mucho más interesante para mí que reconocer símbolos y signos que ya conozco y que refuerzan la identidad y el bagaje cultural de uno.

»El teatro, en sus cimientos más hondos, puede ampliar nuestros horizontes y hacernos pensar con mayor libertad. Cultivar preguntas y potenciar la curiosidad. En ese estado es cuando la gente deviene creativa, más amable, se resuelven más problemas y se disfruta más de la vida. Es algo cauterizador. Las historias, en cambio, pueden ofrecernos una falsa seguridad.

P. ¿Qué le da el teatro que no le dé el cine?

R. ¿Como actor o como espectador?

P. Pertinente distinción... Pues, ya que estamos, desde ambas perspectivas.

R. Bien, lo intento... Todo es interpretación. Pero distingo entre actor e intérprete. Creo que un ejemplo análogo es el de un músico. Cuando graba en un estudio, sería como hacer una película. Cuando toca en un pequeño bar, sería como hacer teatro. Son experiencias diferentes, pero, en el fondo, los mecanismos empleados son los mismos. En el teatro, como actor, controlas los ritmos. No está tan mediatizado. Y vuelves sobre el mismo material una y otra vez, así que puedes profundizar más. Parte de tu trabajo es mostrarlo vivo cada vez. Esto te hace muy hábil en romper tus hábitos.

WIllem Dafoe. Foto: Brad Trent

WIllem Dafoe. Foto: Brad Trent

»Con las películas, vas a un sitio, puedes estar encerrado en una habitación un día entero, ruedas una escena y te marchas. Todo funciona más con primeros impulsos. Así que el teatro es algo más profundo. El cine te permite tener grandes aventuras, grandes oportunidades y en él te pueden pasar cosas maravillosas, pero es un lugar donde el material que tú creas luego es retocado por muchas manos.

P. ¿Y como espectador?

R. El cine es maravilloso, pero recuerdo mejor lo que veo en el teatro que lo veo en el cine. Porque estuve allí, sucedió. Lo vives de otra manera. Hay muy poca distancia. El cine va directo a tu cerebro y te puede hacer soñar, hacerte creer que estás ahí. Pero estar ahí implica una serie de cosas que el cine no te puede dar del todo. En el teatro, en cambio, si tú, en medio de la función, toses o te levantas, vas a molestar a los actores. Es decir, estar en el teatro obliga a una colaboración.

P. Ha trabajado con dos figurones de los escenarios y del arte como Bob Wilson y Marina Abramovic. ¿Cuáles son las lecciones más valiosas que obtuvo de ellos?

R. Uf… De Wilson he aprendido tantas cosas… Como que a través de la artificialidad puedes encontrar la verdad. O que a través de un lenguaje que es creado, pero no reconocible, también se puede llegar a esa verdad. Es además muy bueno en las instrucciones que te da respecto al cuerpo. Dice, por ejemplo: “No pienses en el espacio que hay delante de ti, sino en el que está detrás”.

»También te aconseja que no intentes abarcar a todo el público. Si te empeñas, no llegarás a nadie. Pero si intentas llegar a una sola persona, alcanzarás a todas. Cosas así. Es muy trabajador, siempre intentando refinar el lenguaje que él ha desarrollado. Marina usa su propia vida como material de trabajo y se supera constantemente. No para de desafiarse, incluso ahora, después de haber cosechado tantos éxitos.

Willem Dafoe, en 'Anticristo', de Lars Von Trier

Willem Dafoe, en 'Anticristo', de Lars Von Trier

P. Encarnó a Pasolini en la película de Abel Ferrara. ¿No piensa, ahora que está programando en Italia, hacerle un hueco en la próxima edición? Escribió varias obras de teatro, por cierto.

R. Y también fue muy llamativo cuando fue a Nueva York a ver una obra de Tennessee Williams. Creo que fue a Harlem y desapareció durante varias semanas. La verdad, ahora que lo dice, es algo en lo que tengo que pensar, ciertamente. Fue bonita la inmersión que hice en su personalidad y su obra. Conocía su cine, su poesía, pero no su teatro. Tampoco sabía mucho de su biografía. Aunque lo que más me marcó fueron sus escritos críticos, tan interesantes. Fue clarividente. Vio el futuro. Previó algunos efectos de internet antes de que existiera, y otros cambios sociales.

»Fue un hombre muy inteligente, muy erudito, pero muy aficionado también a las cosas y a las gentes sencillas. Cena cada noche con intelectuales pero a él le encantaba la compañía, solía decir, de personas cuyo nivel educativo no pasara de cuarto de primaria. Siempre recordaré el embrujo que me suscitó.

P. Creo que le quiere rendir un homenaje en esta edición a Luca Ronconi, prominente nombre del teatro italiano. ¿En qué consistirá?

R. Cuando él fue director de la Bienal concitó figuras muy relevantes, que yo leía cuando era un joven actor y que indirectamente me marcaron, aunque el trabajo parateatral de Grotowski, por ejemplo, me interesaba menos. No vamos a hacer representaciones necesariamente en torno a esto, pero sí algunos talleres y charlas, intentando identificar su influencia en el presente. No es nostalgia, es ver el ADN de nuestro teatro, que viene de pioneros como Peter Brook, Robert Wilson…

»Es bonito poder combinar en un programa maestros consagrados con otros artistas que están empezando su carrera, contrastando los distintos niveles de compromiso y su adaptación al trabajo. Es necesario que ambos estén presentes.

P. Un par de preguntas más y queda libre de periodistas [Lleva cinco o seis entrevistas seguidas con medios internacionales y la de El Cultural cierra la tanda].

R. Tranquilo, está bien. Buenas preguntas.

P. Querría saber hasta qué punto el yoga le ayuda a ser mejor actor.

R. Me hace mejor persona, lo que me hace mejor actor. La disciplina es importante, al igual que lo es mantener una conversación con tu cuerpo. Ayuda en mucho muchos aspectos. Yo practico el yoga asana. Como mínimo, me permite hacer un inventario de mi anatomía. Pero también te sitúa en un lugar donde puedes meditar sobre mi vida a partir de la respiración. Creo que algo así ayuda a cualquiera, sea lo que sea lo que haga, actor, cocinero, barrendero o trabajador sexual.

P. El teatro es un ritual antiguo. ¿Qué efecto puede tener en el mundo de hoy, rebosante de conflictos, trastornos y tensiones?

R. Potencia la conversación y une a la gente. Y si miras más allá de tu propia identidad y de tus creencias, te puede dar la oportunidad de contemplar diferentes puntos de vista e impulsos, lo que te dará una mayor amplitud de miras y una mayor flexibilidad. Te hará más creativo y tolerante y más receptivo. Probablemente, todo esto te ayudará a resolver conflictos. Y también, si te sientes oprimido, te enseñará a derrotar a tu opresor.