
Una escena de 'Tiburón'. Foto de archivo 4i2h5d
Unos actores en tensión constante y un monstruo que no funcionaba: así fue el rodaje de 'Tiburón' 384se
El origen del 'blockbuster' hollywoodiense cumple medio siglo. Un documental y la reedición de la novela original de Peter Benchley revitalizan el fenómeno. 703t3s
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En 1975, Steven Spielberg puso a temblar al cine mundial (y las localidades costeras) simplemente con una gran mandíbula asesina, una aleta y dos icónicas notas musicales. Ese verano, a mucha gente le costó darse un chapuzón tanto en la playa como incluso en las piscinas.
Y es que Tiburón despertó en el público un miedo primitivo. Reeditó con un baño en el mar lo que Psicosis había hecho anteriormente con una ducha y un cuchillo, traumatizando a toda una generación de espectadores. "Tenía bastante miedo al agua y quería que a todo el mundo le pasara lo mismo. Esta película se alimenta de la paranoia de no saber qué podemos tener por debajo cuando estamos en el mar", confiesa el director en un momento del documental 50 años de Tiburón, disponible en Movistar Plus +.
Un clásico instantáneo, tan entretenido como terrorífico, que recurre a nuestros miedos más profundos, pero que también habla de conceptos atemporales de la vida y la sociedad, tales como el miedo a lo desconocido, la muerte, la ciencia, la avaricia, la corrupción y la capacidad de invocar nuestro lado mas noble para hacer lo que creemos que es correcto.
Con tan solo 27 años, Steven Spielberg firmó el mayor éxito de taquilla hasta ese momento convirtiéndole en uno de los directores más interesantes de su generación y encontrando sin saberlo una fórmula comercial mágica que cambiaría para siempre la manera de producir y consumir las películas.
Grabado de manera permanente en nuestro imaginario colectivo, el terror suscitado por Tiburón lo convertiría en el prototipo de los taquillazos veraniegos y de las superproducciones estrenadas con un enorme despliegue de marketing.
Pero no todo fue tan fácil, de hecho el filme tuvo que sortear muchas dificultades con un rodaje varias veces al borde del naufragio debido a un clima infernal, un casting bastante irritable, un tiburón mecánico que no funcionaba y un equipo al borde de un constante ataque de nervios. Y curiosamente fueron los problemas los que convirtieron esta pequeña película de suspense acuático en una pionera obra de arte.
"Vas a necesitar un barco más grande" m4f1y
A principios de los años 70, la industria cinematográfica orquestada por los grandes estudios estaba al borde del colapso. Y la joven generación del nuevo Hollywood integrada por Francis Ford Coppola, George Lucas, Brian De Palma, Michael Cimino y Martin Scorsese comenzaba a imponer un nuevo arquetipo fílmico más libre y personal. Spielberg, en cambio, iba por otro lado. Su temprana fascinación por el cine clásico no casaba del todo con el estilo independiente y bohemio que surgía de las escuelas de cineastas.
Tiburón partía de una premisa típica del cine de terror de serie B, pero bajo su apariencia de superproducción de Hollywood yacía un espíritu ferozmente independiente propugnado por su director. Para ello Spielberg conformó un casting de actores fuera del star system hollywoodiense como eran Roy Scheider, Richard Dreyfuss y Robert Shaw en ese momento, y dotando a sus personajes de una profundidad emocional que provocase respuestas en el espectador.
El desafío de esta revisión moderna de Moby Dick era que resultase creíble para un público amplio y diverso. Y Spielberg supo muy bien cómo hacer que la película se convirtiese en un espectáculo cinematográfico total sin dejar de jugar con los giros habituales del género.
El uso inteligente de la partitura musical minimalista, alejada completamente del universo sinfónico habitual del músico John Williams, también contribuyó notablemente a ello. "Cuando John (Williams) me tocó solo esas dos notas principales en el piano de su casa, pensé que era una broma. Me eché a reír automáticamente", relata el director en otro momento del documental.
Y es que estas inquietantes notas musicales tan bajas, como surgidas de las profundidades del océano, unidas al sonido primitivo de los timbales in crescendo, sugieren una fuerza invisible que despierta en el subconsciente del espectador una amenaza inminente imposible de controlar.
Amor a primera vista 52614t
Tras el éxito de El Diablo sobre ruedas (1971), el posterior fiasco de Loca Evasión (1974), y mientras Encuentros en la tercera fase solo era un futuro proyecto de dudosa realización, el destino llevó a Spielberg a toparse en los estudios Universal con el manuscrito de Jaws (mándibulas), que había sido adquirido por los productores Richard Zanuck y David Brown antes de su publicación.
El entusiasmo fue instantáneo. Spielberg descubre que la novela tiene puntos en común con su primera y agobiante película para la televisión que hizo unos años antes: ambas comparten criaturas sobrenaturales y amenazantes que parecen venidas de otro mundo.
El responsable de la novela original y coautor del guión Peter Benchley —gran apasionado por los tiburones desde pequeño y redactor habitual de los discursos del presidente Lyndon Johnson en la Casa Blanca— desarrolló la idea inspirándose en Un enemigo del pueblo, la obra del noruego Hendrick Ibsen en la que un hombre intenta denunciar un escándalo sanitario en una pequeña población.

De tal manera que con Jaws decide soltar un monstruo sanguinario en una apacible localidad costera de Massachusetts, un concepto simple, pero muy efectivo. "Escribí el libro por mi propia curiosidad, llevo estudiando los tiburones desde que era niño y en 1964 un gran tiburón blanco de dos toneladas fue capturado en Long Island. Cuando leí la noticia automáticamente pensé qué pasaría si uno de estos animales sembrase el terror en una apacible zona turística. ¿Cómo reaccionaría la gente frente a esa amenaza incontrolable?, ¿y cómo afectaría a la economía?", relata el mismo Peter Benchley en un momento del documental.
Con motivo de su 50 aniversario la editorial Planeta acaba de reeditar la mítica novela incluyendo reproducciones del manuscrito original, fotografías del rodaje y varios textos en los que el autor narra en primera persona como fue su colaboración con Steven Spielberg.
Bruce, la sensación veraniega 53713v
Convertido en icono indiscutible de la cultura popular, el tiburón fue sin duda lo más complicado del rodaje. Y es que el monstruo mecánico diseñado por Joe Alves y conocido como Bruce (en honor al abogado de Spielberg), sufrió constantes fallos técnicos.
Los problemas con el diseño y los problemas de su funcionamiento al entrar en o con el agua fueron tan graves que, en lugar de seguir el guión original, a Spielberg no le quedó mas remedio que recalcular numerosos planos y filmar muchas de las escenas clave sin mostrarlo de manera explícita.
Esto, en lugar de arruinar la película, resultó ser una de las decisiones más legendarias y acertadas de la historia del cine contribuyendo a crear un suspense y una tensión constantes a lo largo de la cinta. Menos es más.
Para ello, y como gran amante de los clásicos, Spielberg usó como referencia a Alfred Hitchcock, incluso llegando a copiar el famoso plano del travelling compensado de Vértigo (1958) para reflejar cómo la paranoia del protagonista llega a convertirse en realidad. "Siempre quise usar ese tipo de plano, pero lo reservé para un momento muy importante", cuenta el director norteamericano en el documental.
Rodada en 159 días en lugar de los 65 previstos inicialmente, con un presupuesto triplicado y con una tensión personal constante en el rodaje entre sus tres protagonistas principales (Richard Dreyfuss atravesaba en ese momento una gran depresión personal y sus encontronazos con Robert Shaw contribuyeron a que su dinámica conflictiva fuera todavía más creíble en la pantalla), todo presagiaba un naufragio en taquilla que no dejaba de comentarse en todos los corrillos de Hollywood.
Pero contra todo pronóstico e impulsada por una inédita campaña de marketing con anuncios de 30 segundos en televisión, Tiburón llegó a los cines en junio de 1975 siendo la primera película de la historia en recaudar más de 100 millones de dólares, convirtiéndose en el éxito sorpresa del verano, y recibiendo además tres merecidísimos Oscar al año siguiente (música, montaje y sonido).
Un fenómeno que los adolescentes (y no tan adolescentes) volvían a ver una y otra vez provocando que los distribuidores proyectasen la misma película en diferentes salas de forma simultanea, aprovechando el recién inaugurado concepto de los multicines en Estados Unidos.
Mientras el merchandising relacionado con el filme se disparaba en todas direcciones, y mientras la gente aleteaba los brazos en las pistas de baile de las discotecas al ritmo de Super Jaws el hit musical del grupo Seven Seas, la metáfora del gran escualo se convierte rápidamente en figura recurrente de las tiras cómicas de los periódicos, utilizándola para las caricaturas políticas y económicas, ya sea para hablar de inflación, de impuestos o de relaciones internacionales. Incluso Fidel Castro llegó a declarar que el tiburón representaba el sistema capitalista amenazando a la raza humana.
A partir de entonces, el modelo económico establecido por Universal pasa a ser el ejemplo a seguir en Hollywood, que comenzará a inundar el mundo con megaproducciones estivales de toda índole. "Después de aquello, se dieron cuenta de que aunque la película fuera un bodrio, si se gastaba mucho dinero en promocionarla, podía recaudar perfectamente lo invertido en dos semanas proyectándola en 3000 salas. Esto se convirtió en el nuevo paradigma", cuenta el guionista Carl Gottlieb en el documental.
Con el tiempo, el filme se convertiría en saga a partir de 1978 (Tiburón 2, Tiburón 3D y Tiburón: La Venganza), pero por supuesto sin el toque mágico de Spielberg, y dejando un nicho abierto para todo un bestiario de animales marinos como orcas, pirañas y cocodrilos en diferentes producciones de natural horror que serviría para que nuevos directores como Joe Dante, James Cameron o Alexandre Aja tuviesen su debut en el celuloide.
Tiburón, con 478 millones de dólares recaudados a nivel mundial, consiguió apelar a nuestros miedos más íntimos y contar sutilmente los conflictos interiores de los Estados Unidos de los años 70, mientras que su "monstruoso" éxito ofreció independencia y libertad a un Spielberg que dominaría los años siguientes con su inconfundible sello. Eso sí, traumatizado por ello, el director se hizo una promesa: en el futuro solo rodaría películas únicamente en tierra firme.
Miedos los justos.