La congresista Alexandria Ocasio-Cortez y el senador estadounidense Bernie Sanders participan en una parada de la gira “Fighting Oligarchy” en el Dignity Health Arena, Theater en Bakersfield, California, el 15 de abril de 2025.

La congresista Alexandria Ocasio-Cortez y el senador estadounidense Bernie Sanders participan en una parada de la gira “Fighting Oligarchy” en el Dignity Health Arena, Theater en Bakersfield, California, el 15 de abril de 2025. Aude Guerrucci Reuters 1a2v5s

América

Los demócratas comienzan a ponerse las pilas con la popularidad de Trump a la baja 5343d

Mientras el grueso de la formación progresista continúa navegando sin rumbo por el segundo mandato de Trump, su vertiente más izquierdista —liderada por Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez— lleva semanas llenando estadios. 1o232s

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Cuando el mes pasado Nate Silver fue preguntado por EL ESPAÑOL quién creía que iba a liderar el Partido Demócrata en las próximas elecciones presidenciales, previstas para el 2028, el llamado “genio de los pronósticos” ofreció tres posibilidades. Primera: alguna figura de centro, puro establishment, pero no obstante popular como Gretchen Whitmer, la gobernadora de Míchigan, o Josh Shapiro, el gobernador de Pensilvania. Segunda: algún personaje procedente del mundo del espectáculo. Y tercera: alguien de la izquierda dura (según los estándares estadounidenses) que tenga carisma y tirón.

A día de hoy cuesta no pensar en la tercera alternativa viendo, por un lado, la ausencia de rumbo que seis meses después de la derrota electoral de Kamala Harris continúa gobernando el Partido Demócrata y viendo, por el otro, la afluencia que está generando el tour nacional protagonizado por el senador Bernie Sanders y la congresista neoyorquina Alexandria Ocasio-Cortez. Dos personalidades nominalmente encuadradas en el Partido Demócrata (aunque en el carnet de Sanders reza “independiente”) pero, en realidad, asociadas a esa izquierda dura tan incómoda para la propia formación.

La idea partió de Sanders y tomó forma el pasado febrero; pocas semanas después del regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. Bautizado como “Lucha contra la oligarquía” —Fight Oligarchy, en inglés—, el veterano senador por Vermont comenzó el tour en el Medio Oeste. Un territorio que, salvo por un par de excepciones llamadas Minnesota e Illinois, se decantó por Trump en los comicios de noviembre. Poco después se sumó Ocasio-Cortez y se expandieron los horizontes geográficos de la gira. A partir de ahí, el dúo empezó a llenar estadios.

En Denver, la capital de Colorado, lograron atraer a 34.000 personas a mediados de marzo. Un día después juntaron a 20.000 personas en Tucson, la segunda urbe más poblada de Arizona. En la ciudad de Los Ángeles fueron casi 40.000 las personas que se acercaron a escuchar sus discursos. Y en Nampa, una de las ciudades más importantes de Idaho, un estado que Trump ganó por más de treinta puntos porcentuales en noviembre, consiguieron reunir a unas 13.000 personas hace apenas dos semanas.

Por contextualizar estas cifras: cuando Kamala Harris apareció junto a Beyoncé en un mitin de campaña celebrado en Houston, uno de los bastiones del Partido Demócrata en Texas, la audiencia estaba compuesta por unas 30.000 personas. Y la performance de Trump en el Madison Square Garden de Nueva York pocos días antes de las elecciones —un acto que copó titulares después de que uno de los ponentes llamara “isla de basura” a Puerto Rico— tuvo lugar ante 20.000 personas.

Aunque las cifras de asistencia conseguidas por Sanders y Ocasio-Cortez no ganan, por sí solas, elecciones sí pueden servir de termómetro a la hora de medir el estado de ánimo de una sociedad. Sobre todo cuando no hay una campaña electoral de por medio. Pueden, en fin, ayudar a tomar su pulso.

Siguiendo esa lógica, el pulso sugiere dos cosas. En primer lugar, que hay bastante gente convencida de que las cosas no marchan bien y de que urge hacer algo. Una sensación avalada, a su vez, por la caída de popularidad que ha experimentado Trump tras cien días de mandato debido, en buena medida, a la incertidumbre económica. Y, en segundo lugar, lo que han conseguido estas semanas Sanders y Ocasio-Cortez sugiere que mucha de esa gente está, ante un Partido Demócrata eminentemente ausente, considerando seriamente acudir a sus márgenes, concretamente al izquierdo, para ver si desde ahí se puede actuar.

Una llamada a la clase trabajadora 3h4r4q

El mensaje que Sanders y Ocasio-Cortez están lanzando en sus mítines es fácil de entender: la respuesta ante la “angustia” y la “sensación de impotencia” generadas por Trump pasa, dicen, por construir un “movimiento de clase trabajadora” que, fortalecido por “la solidaridad de clase”, inicie una ofensiva contra los envites del actual inquilino de la Casa Blanca.

“El desprecio de Donald Trump y el Partido Republicano por la clase trabajadora no se debe solo a que no hayan recibido una buena educación”, exclamó Ocasio-Cortez durante el discurso que pronunció en Tucson. “Es una forma abreviada de describir toda la agenda política de la derecha y una cierta política repugnante que, en esencia, consiste en mentir y perjudicar a los estadounidenses de clase trabajadora y de clase media”.

Sanders, por su parte, suele señalar a multimillonarios como Jeff Bezos, Mark Zuckerberg y sobre todo Elon Musk —el hombre más rico del planeta y una persona muy cercana a Trump— a la hora de explicar el verdadero peligro que, en su opinión, corre la democracia estadounidense. De ahí el nombre que le ha dado al tour.

“La verdad es que ahora mismo, en Estados Unidos, los que están en la cima nunca, jamás en la historia de nuestro país, lo han tenido tan bien”, espetó Sanders tras tomar la palabra en el evento de Tucson. “Estos tipos no saben qué hacer con su dinero, compran una mansión, dos mansiones, cinco mansiones… y si quieren desplazarse tienen sus propios aviones, sus propios helicópteros, y de vacaciones no van al Motel 6 sino a sus propias islas y, solo por diversión, algunos deciden viajar al espacio exterior”, añadió.

“Lo que hacen los republicanos es intentar que los trabajadores como tú y yo nos sintamos como si estuviéramos a un paso de entrar en ese club; intentar convencernos de que si trabajamos un poco más duro quizá también podamos convertirnos en multimillonarios”, exclamó Ocasio-Cortez. “Pero ese tipo de botín no se gana; se roba”.

Gestión versus ideología 5e5g3t

Desde el centro —o sea: desde el grueso— del Partido Demócrata no parece existir —para variar— consenso en torno a lo que están haciendo, y diciendo, Sanders y Ocasio-Cortez.

Hace unos días Kamala Harris elogió la labor de ambos por hacer gala de “claridad moral en un momento como este” durante un discurso pronunciado en San Francisco. Un guiño que algunos han entendido como la confirmación de que está planteándose regresar a la arena política con el objetivo de convertirse en la próxima gobernadora de California.

La senadora Elissa Slotkin, en cambio, ha criticado al dúo por utilizar las palabras “oligarquía” y “oligarcas” alegando que no son términos especialmente bienvenidos entre el estadounidense medio. En plata: que al incluirlas en según qué discursos éstos suenan demasiado comunistas. “Creo que el estadounidense medio no es tan tonto como Slotkin cree”, contestó Sanders al enterarse del comentario.

Por su parte Gretchen Whitmer, la gobernadora de Míchigan y una de las apuestas ‘centristas’ de Nate Silver de cara a las elecciones del 2028, ha decidido embarcarse en una estrategia bastante arriesgada y totalmente alejada de la gira de sus dos compañeros de filas: aparecer públicamente —y por duplicado— junto a Trump para ofrecer la imagen de que ella se debe a todos los estadounidenses y no solo a los que votan a su partido.

La primera aparición conjunta ocurrió a comienzos de mes, o sea cuando el tour de Sanders y Ocasio-Cortez ya llevaba varias semanas en marcha, en la propia Casa Blanca. Gretchen pagó visita para plantear ante Trump una serie de inversiones en Míchigan. La segunda aparición conjunta tuvo lugar hace apenas unos días en ese mismo estado con motivo de un acto para certificar una de esas inversiones: la compra de varios aviones de combate para una base aérea ubicada muy cerca de Detroit. Durante los dos encuentros Trump elogió a Whitmer diciendo que estaba realizando un “excelente trabajo” como gobernadora y que era una “muy buena persona”.

Como era de esperar, Gretchen ha sido muy criticada tanto por la izquierda estadounidense como por otros candidatos centristas que, pese a estar muy lejos de los discursos de Sanders y Ocasio-Cortez, no piensan que sus horizontes políticos puedan ampliarse contemporizando con Trump. Más bien lo contrario. Dicho con las palabras del activista progresista Ezra Levin: “Creo que la facción combativa del Partido Demócrata está en ascenso y quienes la ignoren corren el riesgo de quedarse atrás”.

He ahí el quid de la cuestión: la facción combativa, o sea izquierdista, del Partido Demócrata está en ascenso. Claramente. Ahora bien: ¿ese ascenso será suficiente como para avalar una apuesta presidencial con garantías dentro de tres años? Gretchen parece haber concluido que no, que lo más inteligente en esta época de polarización extrema es presentarse como una figura que sabe separar gestión de ideología y que sabe anteponer, en fin, lo primero a lo segundo.

Será el tiempo quien determine, como acostumbra, quién tiene razón.