
Steve Bannonn durante la conferencia AC 2025. Europa Press k2649
Steve Bannon vs Elon Musk o cómo el nacionalpopulismo ha conseguido acabar de una vez con los "broligarcas" 5s6a4w
La guerra abierta entre Donald Trump y Elon Musk abre las costuras de una alianza forzada en la que el multimillonario sudafricano siempre ha sido tratado como un extraño por los afines del movimiento MAGA. 6wh6p
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En su libro "On the Edge", Nate Silver, el famoso estadístico creador del portal 538.com, habla de Elon Musk en los siguientes términos: "Elon solo sabe jugar apostándolo todo. Así, hasta que al final pierde".
La referencia tiene que ver con el póker, pero en el fondo es una metáfora de la forma de entender la vida del multimillonario sudafricano y su costumbre de ir siempre al límite, como cuando estuvo al borde de la bancarrota con su proyecto SpaceX y en el último momento logró un éxito con el que nadie ya contaba.
Su facilidad para asumir toda clase de riesgos es, sin duda, lo que le ha convertido en el empresario más famoso del mundo. Ahora bien, determinado número de victorias inesperadas se le pueden subir a cualquiera a la cabeza y jugar al all-in continuamente sin duda tiene sus riesgos.
La relación de Musk con Donald Trump, por ejemplo, es una muestra de lo que supone entender la vida como una montaña rusa.
Musk entró en la campaña republicana como un elefante en una cacharrería: poniendo cientos de millones, asistiendo a mítines, ayudando desde las redes sociales… Una vez ganadas las elecciones y como jefe del DOGE, agencia creada a su medida para recortar el gasto público, su hiperactividad no se redujo.
Paseos con su hijo pequeño a hombros por la Casa Blanca, exposiciones de vehículos Telsa junto al Rose Garden, configuración de una guardia pretoriana encargada de entrar sin miramientos en todos los organismos públicos para despedir gente o recopilar datos privados… Y así, hasta que sus tres meses de prometido compromiso con la istración terminaron y en su lugar llegaron el bajón y el aburrimiento.
De repente, los caballos volvieron a ser ratones y la calesa se convirtió en calabaza. Musk, cuyo insomnio es legendario y cuyas adicciones fueron tratadas en detalle por The New York Times la pasada semana, decidió que había que volver a apostar.
Y, por supuesto, no valía una apuesta cualquiera, sino que, de nuevo, tenía que ser un todo o nada. Musk salió a criticar la ley presupuestaria de Trump por considerarla un despilfarro y la cosa se complicó tanto que acabó incriminando al presidente estadounidense en los “papeles de Epstein”, iniciando una guerra que no se sabe cómo puede acabar.
El mito fundacional de la "alt-right" 184934
¿Y qué son los “papeles de Epstein”? Una mezcla de realidad y de mito. Los documentos en los que Jeffrey Epstein, el reconocido pedófilo que murió en la cárcel en extrañas circunstancias, habría apuntado quién viajaba con él a su isla privada en el Caribe para asistir a sus fiestas y, supuestamente, tener relaciones sexuales con menores.
Hasta aquí, podríamos estar hablando de un triste caso de crónica negra, pero la cosa va más allá: las supuestas filtraciones de los “papeles de Epstein” se llevan años utilizando en Estados Unidos con fines políticos; en concreto, habitualmente, para señalar a políticos, actores y famosos afines al Partido Demócrata.
Los supuestos vínculos de estos políticos con la pedofilia en general están en el origen
del movimiento Q-Anon, a través del cual se vertebró la alt-right estadounidense en los meses posteriores a la llegada de Trump al poder.
Las acusaciones a los Clinton venían de antes, siempre sin fundamento, y curiosamente los mismos que votaban a Donald Trump, amigo reconocido de Epstein, acusaban y filtraban los nombres de sus enemigos para manchar su reputación.
En otras palabras, Elon Musk sabía lo que hacía al afirmar que Trump estaba en esos papeles, alimentando la enésima teoría de la conspiración de la derecha estadounidense.
Puede que fuera un intento de levantar contra él a su base de votantes -algo un poco inocente a estas alturas de la película- o puede que fuera precisamente una manera de burlarse de los conspiranoicos y de la alt-right en general, con sus podcasts, sus milicias, sus pastores evangélicos y sus "influencers del odio". En otras palabras, lo que ha ido dando forma al movimiento MAGA
Steve Bannon y el nacionalpopulismo 5lk4q
Porque el caso es que la relación de Musk con MAGA ha sido problemática desde el principio. MAGA es un movimiento nacionalpopulista, en palabras de su líder, Steve Bannon, y por lo tanto es un movimiento contra las élites.
Cuando Musk se subió al carro del trumpismo, hubo en Bannon y en buena parte de los primeros aliados, de los que llevaban diez años luchando por Trump y por su concepción excluyente de "América", un sentimiento de enorme hostilidad.
Entendían que necesitaban su dinero y, en buena parte, veían el hecho de que un poderoso de Silicon Valley se uniera a su causa como una victoria cultural. Mucho más cuando a Musk le siguieron Zuckerberg, Bezos y tantos otros "broligarcas", en definición del propio Bannon.
Ahora bien, había que dejarles claro a todos que la América que estaban construyendo no era su América, es decir, que ellos solo estaban ahí para pagar el convite y poco más, que en el fondo no habían sido sino parte del problema durante todos estos años.
¿Qué problema? El auge de la globalización, la inserción de lo woke en la cultura empresarial, la contratación de extranjeros cualificados para puestos de trabajo que no podían ocupar los estadounidenses, y, sobre todo, la connivencia con el gobierno federal, que les habría ayudado a prosperar y a enriquecerse a costa de otras industrias más propias de los viejos Estados Unidos, que se iban a pique sin remedio.
Para ilustrar este odio a los "broligarcas", a Silicon Valley y, probablemente, a California y todo lo que ha representado culturalmente a lo largo del siglo pasado, baste decir que, en declaraciones a The New York Times, Bannon afirmaba el pasado mes de febrero que el peor presidente de la historia de Estados Unidos había sido George W. Bush.
Ni Obama, ni Clinton, ni Biden, sino Bush. Su delito habría sido colaborar en la explosión de la industria tecnológica a cambio de generosas ayudas estatales, abandonando a la clase media y baja a su suerte.
Estatalismo contra meritocracia 3z4n3n
Porque hay un problema de raíz entre Bannon, o el nacionalpopulismo, y Musk, o los broligarcas, y es un problema casi de clase. MAGA es lo más parecido a un movimiento fascista que se puede uno imaginar en 2025.
Comparten el odio al extranjero, el concepto de tribu, el elogio de una patria utópica a cuyo esplendor habría que regresar, un gusto exacerbado por los símbolos, el recurso a la violencia como un derecho… y la idea, tal vez de influencia religiosa, de que el estado debe proveer para todos, que su función no es ayudar a los ricos, sino a los pobres.
Si en Silicon Valley, todo pretende ser meritocracia, riesgo y enriquecimiento salvaje, MAGA predica más impuestos a los ricos, menos a las clases bajas, mantenimiento de los seguros sociales y protección de las industrias locales al margen de su rentabilidad.
MAGA son los aranceles, MAGA es el respeto y la iración a la autocracia, sea en Rusia o en el propio Washington, y MAGA es la reverencia al líder, en este caso, a Trump, el ungido por Bannon.
Un Bannon que no deja de repetir allá por donde va que disfrutará de un tercer mandato, aunque sea algo inconstitucional y Trump lo empezara con 82 años.
Esa tensión entre ambos planteamientos de la economía y de la sociedad han estado presentes desde el principio. Bannon calificó a Musk de "hombre malvado y peligroso" cuando aún se colaba en las llamadas telefónicas con Zelenski desde el mismísimo Despacho Oval.
Musk le contestó con un "perro ladrador, poco mordedor" que no debió gustarle al exconsejero personal de Trump durante la primera legislatura. El odio entre ambos era evidente. Solo podía quedar uno.
Los presupuestos que lo hicieron estallar todo 1n3i3k
Por eso, cuando la guerra entre Trump y Musk estalló el pasado jueves, Bannon no tardó en salir a los medios a echar gasolina al fuego, pidiendo que se retiraran todas las ayudas a las empresas del sudafricano, que se nacionalizara SpaceX y que se revisara su estatus migratorio, pues estaba convencido de su condición de ilegal en el país.
En favor del presentador de War Room hay que decir que todas esas cosas ya las decía antes de la caída de Musk a los infiernos. No es que hiciera leña del árbol caído, es que el hombre llevaba meses talando y talando, a ver si por fin el tronco se vencía.
El asunto ahora será saber qué va a pasar y si se producirá un efecto de vasos comunicantes, es decir, si la caída de Musk supondrá una mayor influencia de Bannon. No está tan claro.
De entrada, la partida presupuestaria que defiende Trump con uñas y dientes y que está en el origen de su discrepancia con Musk no debería de ser tampoco del gusto del movimiento MAGA.
Bannon está a favor de un estado fuerte, sí, pero eficiente. No ve con buenos ojos la inmensa deuda que arrastra el país y le gustaría que se redujeran partidas por todos lados, incluido el ejército.
Tampoco es probable que esté de acuerdo con los recortes precisamente en sanidad para los más pobres -el famoso Obamacare- y seguro que percibe un aire puramente "washingtoniano" en todo el texto. Como si las élites quisieran seguir perpetuándose, incluso en la figura de Trump.
Porque el caso es que, hasta ahora, hemos podido intuir quién es Musk o quién es Bannon, con todos los matices que se quieran poner, pero seguimos teniendo dificultades para saber quién es Trump. ¿Un populista, un oportunista, un mesías, un hombre convencido de su causa? Y en este último caso, ¿de qué causa en concreto?
El hombre poliédrico 5j140
Trump, lo mismo te defiende las criptomonedas y gana millones de dólares con sus propios tokens, que apela a la ética del pueblo y la bondad de Dios después de ser condenado por comprar el silencio de una actriz porno.
Su fascinación por Musk era evidente, como lo es su fascinación por Bannon, por Putin o incluso por Xi. Zelenski le cae mal porque es “débil” a sus ojos. Un actor. Un cómico. Un hombre sin ojivas nucleares y que depende de los vaivenes de sus ciudadanos en las elecciones.
Trump ha sabido unir a la alt-right en torno al nacionalismo populista de Bannon, pero también ha urdido un mensaje que cala en las clases medias inmigrantes. Ha renunciado a las esencias del Partido Republicano -es raro que se refiera a su partido como tal, prácticamente todo lo atribuye a MAGA-.
Sin embargo, sus políticas son seguidas por el establishment sin apenas disensiones, Rand Paul aparte. Trump es un hombre mayor con muchas contradicciones y al que mucha gente cree poder influenciar, normalmente sin éxito.
Dicho esto, sabemos que los Musks irán y vendrán -lo que no quiere decir que el sudafricano sea un enemigo pequeño, ni mucho menos, porque no entiende la derrota como tal, no la concibe-, pero que Bannon seguirá ahí.
Porque Bannon estuvo cuando Trump era una oveja negra dentro del partido, porque estuvo cuando nadie daba un duro por la candidatura del multimillonario neoyorquino contra Hillary Clinton, porque estuvo incluso cuando se dio cuenta de que la Casa Blanca no era para él y renunció a su cargo de asesor… y, sobre todo, porque estuvo durante "todo lo malo": apoyó el
intento de golpe de Estado del 6 de enero de 2021, fue a la cárcel para salvaguardar su silencio y no dejó de animar a Trump para que se presentara de nuevo en 2024.
Bannon, además, sabe cuál es su papel y sabe dónde puede ser más efectivo. Desprecia a los medios liberales, pero se sirve de ellos cuando quiere.
No pretende impulsar su candidatura a ningún puesto específico, no es una amenaza ni quiere hacerle sombra a nadie. No tiene problema con que Trump siga en la Casa Blanca hasta que se muera ni le importa si es JD Vance el que coge el testigo. Su poder es otro. Su poder es la masa. No es poco poder, si se piensa. Dinero, al fin y al cabo, tiene mucha gente. Capacidad para arrastrar millones de votos, solo unos pocos elegidos.