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Berna González Harbour: "El Brexit refleja la decadencia y el enfrentamiento de una Inglaterra que cambia" 3t6t6j
La autora hace pública su novela más personal en la que integra la realidad y la ficción sobre sus raíces británicas y el pasado colonial. i4f6n
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Berna González Harbour es periodista, crítica cultural y una de las voces más reconocidas de la narrativa española actual.
Autora de la serie protagonizada por la comisaria María Ruiz y galardonada con el Premio Dashiell Hammett, se adentra ahora en su novela más personal y valiente: Qué fue de los Lighthouse. En ella entrelaza la memoria familiar con el pasado colonial británico.
Mitad inglesa y mitad española, reflexiona sobre la identidad, la herencia y los secretos de una familia marcada por la historia.
Como en el título, la autora enciende y apaga la luz para revelar verdades ocultas, en un viaje entre archivos, emociones y memoria.
"Hay algo que ni yo misma conocí, y es todo lo que significa ser Harbour, ser medio inglesa, nacer en una familia que sirvió a las colonias de África y que ha despertado todas las contradicciones entre la leyenda de fábula y la realidad", declara.
Esta historia parte de tu propia memoria familiar, ¿es la más personal que has escrito?
Sin duda. Soy medio inglesa —mi madre lo es, la mitad de mi familia también—, y pasé mi infancia y mis veranos en esa Inglaterra en color, tan distinta de la España en blanco y negro de la que venía.
Me fascinaban los dulces, las papelerías llenas de colores, pero también la modernidad, la diversidad, lo distinto. Todo eso encendió muchas ideas.
Había, además, un deseo de mirar hacia atrás: mi abuelo fue miembro del Servicio Colonial Británico en África, y mi madre nació en Tanganica, hoy Tanzania. Quise indagar qué había realmente ahí, qué podíamos reconstruir para contar la historia de una familia a lo largo de generaciones, décadas y dos continentes.

Berna González Harbour.
¿Cuándo decides que era el momento?
Uno de los primeros chispazos fue el entierro de mi abuelo en el año 2000. Recuerdo dos cosas que me impactaron mucho.
La primera fue que los nietos españoles llorábamos desconsoladamente, mientras que mis primos ingleses estaban firmes, sin una lágrima.
La otra fue aún más reveladora: el hijo mayor y el hijo menor de mi abuelo pronunciaron discursos completamente opuestos. Parecía que hablaban de dos personas distintas. Uno era conservador, el otro progresista. Y esa dualidad fue la clave para lo que vendría después.
¿Cómo ha sido el momento de enfrentarte como nieta y escritora a esa doble memoria de África?
Ha sido un proceso complejo. Sufrí durante la escritura porque usaba a mi familia como base de los personajes. Los Harbour se convierten en los Lighthouse, cimientos sobre los que construyo la ficción.
Lo difícil fue decidir hasta dónde usar la realidad. Pero con el tiempo encontré un equilibrio entre verdad e invención, y me siento satisfecha. Quiero que el lector también juegue a descubrir qué es real y qué no.
¿Te ha divertido?
Ahora sí. En la escritura no. Es el libro que más he sufrido al escribir.
¿Qué sentido cobró el colonialismo desde ese apellido inglés?
Un verano me planté en Londres para investigar la historia familiar del "imperio decente": mi abuelo, veterinario, llevando vacunas al ganado en Tanganica. Pero en los archivos encontré otra verdad: las llamadas "alienaciones de tierras", que eran en realidad expropiaciones forzadas.
Se desalojaron aldeas para entregar las tierras a colonos, bajo argumentos de higiene o eficiencia. Aunque mi abuelo no participó directamente, descubrir todo eso —y episodios como la Operación Legacy— me permitió desmontar esa versión idealizada y construir una novela basada en hechos reales.

La escritora posa durante la entrevista.
¿Qué importancia tiene ese pasado colonial con respecto al presente narrativo?
Muchísima. Esta novela es, ante todo, una búsqueda de verdad: sobre mi familia, pero también sobre el relato que heredamos del pasado.
Crecí con la idea del "imperio decente", con una familia que organizaba fiestas, bebía oporto y representaba lo que se consideraba gente de bien. Pero empecé a preguntarme qué había realmente detrás de todo eso.
Lo que encontré fue el saqueo, el expolio, y la constatación de que, gracias a todo eso, se construyó ese gran país que es Inglaterra.
A la hora de documentarse, ¿qué te dijo el archivo que no podía decirte el recuerdo?
Yo no tengo recuerdos de Tanzania, pero mi madre, que nació allí, sí. Algunos están salpicados en la novela, como la anécdota de la serpiente que casi la ataca.
Lo que me habló de la historia real fueron los archivos. Los británicos tienen la virtud de registrarlo todo. Encontré desde la compra de una máquina de escribir hasta aumentos de sueldo o solicitudes de becarios para el departamento de veterinaria.
Vi expedientes de expropiaciones, informes sobre intentos fallidos de erradicar la poligamia —porque hubo rebeliones—, registros de misiones religiosas, iglesias construidas…
Esos documentos, amarillentos, escritos a mano, con nombres, fechas y detalles, me dieron tanto el positivo como el negativo de la historia.
Abres la novela con la fecha del 3 de mayo de 1961, cuando se ordenó a todas las gobernaciones del imperio destruir documentos comprometedores. ¿Puedes contarnos más sobre ese contexto?
Ese decreto real del ministro para las colonias se dio cuando comenzaron las independencias de países como India o Pakistán.
Intentaron trasladar los documentos a Londres, porque registraban todo, incluso violaciones y mutilaciones cometidas en Kenia. Como no tenían la logística para moverlo todo, ordenaron destruir lo que pudiera comprometer a su majestad, la reina.
Se hicieron piras documentadas por los lugareños en lugares como Birmania y África. Los ingleses, organizados, enviaron agentes para supervisar, construyeron hornos crematorios para papeles y documentos.
Sin embargo, muchos archivos fueron trasladados y guardados secretamente en Londres, y solo se descubrieron recientemente, en 2014.
Estos documentos han revelado testimonios de las matanzas cometidas en Kenia contra los Mau Mau, lo que incluso ha servido para un juicio en el que esas matanzas fueron reconocidas.

Berna González Harbour y Rosa Sánchez de la Vega.
¿Qué representa el personaje de Asha en la novela?
Asha representa la dignidad. Los Lighthouse son vistos como portadores de valores británicos como la honestidad y la dignidad.
Ella, una criada africana llegada a Londres con 17 años y en pobreza absoluta, es quien hereda los diarios del patriarca Everett Lighthouse. Y descubre, a pesar de su analfabetismo y sus dificultades, la verdad oculta.
Representa también los valores, ya anciana, siempre intentó alisarse el pelo, mientras que su nieta, adolescente inglesa-africana, lleva orgullosa su pelo afro, mostrando ese orgullo por la mezcla cultural.
El mundo es más rico con esa diversidad, y es triste quienes no valoran la belleza que aporta la variedad en nuestra sociedad.
Mencionas una Inglaterra marcada por el Brexit. ¿Querías mostrar cómo la nación revisa su pasado?
Sí, recorro desde la Inglaterra de los 40, una nación emprendedora tras la guerra, hacia la prosperidad de los 60 y 70, hasta llegar a 2016 y el Brexit. Ahí se ve el deterioro, la decadencia y el enfrentamiento, con una mirada cada vez más cerrada.
Por ejemplo, los pisos que eran habitados por colonos de África, Caribe o India. Hoy, se han llenado de ingleses cerveceros, y barrigudos, representando la decadencia industrial y la incapacidad de modernizarse, algo que me interesa especialmente mostrar.
¿Ha cambiado tu visión sobre tu familia o sobre el concepto de familia?
La familia puede ser destructiva, pero también te da herramientas para afrontarlo. De mi abuelo he heredado la ambición de mirar el mundo.
Esa es la verdad de Berna González Harbour, no de los Lighthouse. Pero también él reflejó aspectos como el clasismo y racismo, intrínseco en ese tipo de familias británicas.

Berna González Harbour en un posado de la entrevista.
¿Qué se apaga y qué se enciende cuando cuentas una historia como esta?
En mi persona, se apaga la luz, para que veamos qué hay en la oscuridad, y se enciende para descubrir la verdad.
Una verdad que se busca en la novela para defenderla y como motor para que dejemos una herencia un poquito mejor que la que nos han dejado.
Aprovechando lo que dices, ¿qué descubriste al investigar y querer contar esa verdad?
Descubrí el lado positivo de ser Harbour, una mirada global que heredé de mi abuelo. Vengo de una España rancia, en blanco y negro, con una infancia en el franquismo, pero de Inglaterra me llegó esa modernidad y globalidad.
Tengo que agradecer ser Harbour, tengo que agradecer ser medio inglesa, porque eso me ha convertido en una ciudadana más rica de espíritu, frente a esa ranciedad que nos ha demolido la conciencia tantas veces.
Ahora que has puesto parte de tu vida en esta novela y ya la hemos leído, ¿cómo te sientes?
Más contenta de lo que esperaba. Ha sido un proceso difícil porque quería ser leal a los personajes, pero sentía que les estaba cargando cosas que no les corresponden. Al final he encontrado un equilibrio.
Esta novela es un alto en el camino para mí, un gran desafío, pero estoy satisfecha y espero que los lectores empaticen con esta historia familiar, universal y llena de secretos. Ahora queda que los lectores la juzguen.