
Fran Trúncer, a la izquierda y su padre, Paco, a la derecha. Cedidas por Paco Trúncer 4p6v23
El camino de Paco: su hijo murió preparando los 101 km de Ronda y ahora él los recorre para no olvidarlo 201z5m
Fran Trúncer falleció en 2022 entrenando para esta carrera que ya había hecho en otras ocasiones. Ahora su padre lucha por mantener su legado en lo más alto. 2ox1b
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Cada día desde que se fue su hijo, Paco Trúncer publica en su perfil de Facebook una imagen de este acompañada de un “Mi campeón; cuánto te quiero, Francisco”. Fran Trúncer murió muy joven, con solo 33 años, pero se marchó dejando, dice su padre, "mucha luz en el mundo". Una luz que no piensa dejar que se apague y por eso trata de homenajear su legado a diario.
Fran era un increíble triatleta que se fue haciendo lo que más le gustaba: coger su bici por la naturaleza. Aquel 28 de marzo de 2022, el deportista se encontraba preparando la carrera de los 101 kilómetros de Ronda, que siempre fue un reto para él y que ya había culminado en varias ocasiones. Pero en uno de sus entrenamientos por la Sierra de Mijas, comenzó a encontrarse mal y minutos más tarde fue localizado su cuerpo por sus compañeros, que iban algo más rezagados, sobre una roca en la que le había dado tiempo a sentarse. Había sufrido una muerte súbita.
Aquel año, la organización de la carrera decidió homenajear al joven en la salida junto a otro de los grandes de la 101 de Ronda: Súper Paco. El momento fue muy emotivo. Y aquel día, el padre de Trúncer entendió la huella deportiva y personal que había dejado su hijo en su paso por la vida. “Decidí que yo mismo tenía que prepararme para hacerla. Hice alguna vez deporte, pero nunca me imaginé en un reto así”, relata Paco.
Y cumplió su palabra. En 2024 recorrió 90 kilómetros en bicicleta de los 101 totales. Tuvo que abandonar porque la cadena de su bici falló, imposibilitando que siguiera en el duro recorrido. Y este año, trató de recorrerla a pie, pero sufrió una caída en el kilómetro 15. “Aún sigo dolorido. Tuve la suerte de ir con un amigo que me salvó, porque caí a varios metros de profundidad y sinceramente podría haberlo no contado”, confiesa. Pese a todo, consiguió llegar hasta Setenil de las Bodegas.
“Pero me da igual todo, lo hago por él”, dice este padre orgulloso de seguir la estela que su hijo fue marcando. El joven era un apasionado del deporte, aunque no fue hasta la veintena cuando el ciclismo y la montaña lo atraparon del todo. Antes había probado con el tenis, el fútbol y el pádel. “Le encantaba subir a lo más alto, era su manera de desconectar del mundo”, cuenta su padre.

Paco, con un amigo en la última 101.
El joven pasó un tiempo en Inglaterra para aprender el idioma y fue allí donde se enamoró definitivamente del triatlón. A su vuelta a España, combinó su trabajo con una vida de actividad y entrenamientos. No quiso hacer carrera universitaria, pero trabajó desde joven. “No voy a olvidar nunca la anécdota de cuando trabajó en la zona infantil de Zara. Atendió a Joselito, el artista, ofreciéndole tallas y tal… Hasta que se dio cuenta de que no era él el niño, pero se confundió por la altura que tiene”, relata entre risas.

Paco, en una competición, poco antes de fallecer.
Cuando Paco Trúncer recuerda a su hijo Francisco, lo hace con una sonrisa entrecortada y la voz nerviosa por la emoción. “Era un cielo, siempre rodeado de amigos. Muy deportista, muy educado… de esos que no dan un ruido”, dice, mientras evoca los días de fútbol en el Santiago Bernabéu, pues fue siempre un gran madridista; sus escapadas a conciertos, porque Paco fue concejal de Fiestas en Fuengirola durante unos años; y a fin de cuentas, una vida disfrutando de los pequeños momentos que te da la vida.
“Fue un disfrutón”, dice, con una sonrisa, recordando cómo lo colaba para sacarse fotografías con los famosos que le gustaban. Y se vuelve a emocionar hablando de lo que sintió los días tras su fallecimiento. “Cientos de personas vinieron a despedirlo, nunca se había visto una fila de coches así como el día de su funeral”, relata Paco. Desde entonces, han sido innumerables los homenajes a su hijo.
El más importante reside en el monte donde falleció. Justo en la roca donde Fran se sentó, se ha colocado una pequeña verja con macetas y un olivo, su árbol favorito, que se encarga de regar la familia religiosamente. También se han colocado varias placas que recuerdan los valores deportivos de Trúncer. "Y sus amigos le llevan flores siempre que pueden", asevera Trúncer.

El precioso homenaje en el punto donde falleció Fran.
Así, también hay unas zapatillas enganchadas a este ‘altar’ y no son unas cualquiera. Son unas zapatillas, probablemente una de las mejores que tuvo, que Fran regaló a un amigo que partía a una misión de paz como soldado. Cuando este volvió y supo lo que había ocurrido, no dudó en colocarlas en el punto del homenaje.
“Yo me quedo tranquilo con que mi labor de que nadie lo olvide se está cumpliendo”, dice Paco, al que hay gente que le ha pedido que no se martirice subiendo imágenes de su hijo a diario, sin saber que es parte de su apoyo para levantarse cada mañana. “Y así será siempre, al igual que con la 101. Voy a prepararme mucho desde junio para volver a hacerla en 2026. Quiero terminarla por él”, concluye.
Mientras entrena para cumplir su promesa en 2026, Paco sigue publicando cada día esa foto de su campeón. Su luz. Así seguirá, un año más, entre pedaleos y carreras hasta llegar a la línea de salida.