
Una multitudinaria escena de 'Blossoms Shanghai' 6kq2j
Wong Kar-wai elevado a la décima potencia en su retorno con la serie 'Blossom Shanghai' 6nb34
El 17 de junio llegan a Filmin los 15 primeros capítulos de un monumental proyecto en el que el cineasta aborda la memoria social, estética, económica y cultural de la Shanghái de los años 90. 664v18
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La disociación entre la percepción subjetiva del tiempo y la cronología cifrada por los relojes es una herida que arrastran consigo todos los personajes de Wong Kar-wai, pero también una grieta, un desajuste del que trata de hacerse cargo la puesta en escena del cineasta.
Y de aquella conjunción –determinante en todas sus películas– nace ahora también Blossoms Shanghai, la serie televisiva que aparentemente se presenta como una inmersión en la memoria social, estética, económica y cultural del Shanghái de los años 90 del siglo XX, pero que en realidad está minuciosamente construida sobre un incesante ir y venir en el tiempo histórico dentro de una intrincada madeja narrativa, marca indeleble del director.
No es fácil abrirse paso dentro de esa construcción durante los primeros capítulos, una vez que nos sentimos arrojados –casi de inmediato– en medio de una abigarrada coralidad de personajes, retratados muchos de ellos en casi permanente estado de febril excitación vital. Así es como arranca un prolijo itinerario que, poco a poco, va clarificando sus diferentes tramas sin atenerse tampoco al orden ni a la continuidad propia de las series occidentales.
Tres años ha tardado Wong Kar-wai en rodar este gigantesco proyecto, interpretado en riguroso dialecto shanghainés (se ha emitido en China en dos versiones idiomáticas: shanghainés y mandarín): nada menos que 30 capítulos de casi 50 minutos cada uno (¡25 horas de película!), filmados en un gigantesco set de 31.000 metros cuadrados que reproduce, a escala 1:1, los escenarios callejeros de Shanghái alrededor de los que transcurre la acción.
Básicamente, se trata de la bulliciosa calle Huanghe que, durante los años que contemplan la apertura económica de China a los mecanismos propios del capitalismo (la especulación, la privatización y el comercio exterior), impulsada por Deng Xiao Ping desde mediados de la década anterior, alberga una alta concentración de restaurantes caros y tiendas de moda.
El historiador inesperado que ya despuntaba de manera explícita en The Grandmaster (2013) vuelve a utilizar aquí intermitentes inserciones de imágenes documentales que van situando, a modo de contexto urbano y ambiental, las diferentes épocas por las que transita (entre mediados de los años 70 y 1997) un poliédrico trenzado narrativo que, de vez en cuando, retrocede hacia el pasado –sin ajustarse a ninguna cronología ordenada– para regresar después provisionalmente a su presente y volver acto seguido al pretérito.
Es un bucle incesante en el que quedan sumergidas también –eco resonante de 2046 (2004)– las elusivas relaciones del potentado hombre de negocios Ah Bao (casi un sosias de Cho Mo-wan) con otras tres mujeres que nunca consiguen captar suficientemente su atención amorosa: la pizpireta y vitalista empleada de la oficina de comercio exterior (Wang Ming-zhu), su socia en el restaurante Tokyo Nights (Ling Zi) y la sofisticada dueña del Gran Lisboa (Li Li).

Una imagen de 'Blossoms Shanghai'
Ese es el escenario del que parte también la novela del escritor shanghainés Jin Yucheng, publicada en 2012, que atrae la atención de Wong Kar-wai, precisamente, porque é cuando en 1963, con solo cinco años, se instaló junto a sus padres –huyendo de la China maoísta– en la vecina Hong-Kong (colonia británica todavía entonces), donde crece y se forma posteriormente como cineasta.
En Shanghái quedan entonces los hermanos mayores del cineasta, que nunca dejaría de cultivar un sentimiento de melancolía por su ciudad natal, y de ahí que la novela de Yucheng le ofreciera un pretexto ideal para ajustar cuentas con aquella soñada ciudad con la que mantuvo siempre tantos lazos afectivos y culturales.
Y más aún al situar su historia en los años 90; justo cuando él empezaba a desarrollar en Hong-Kong su filmografía más personal a partir, sobre todo, de Days of Being Wild (1990). A la sazón, reconocibles compases musicales de este filme acompañan a los momentos más hermosos de la serie: una fulgurante cápsula de memoria –de retorno a los años setenta– que aparece en el capítulo 14 para narrar el primer amor del protagonista, el del joven Ah Bao, empleado entonces en una fábrica de relojes, con la hermosa Xue Zhuei, operaria del tranvía.
Un incipiente romance proletario que Wong Kar-wai filma con equivalente sentido del timing al que utilizaba, en aquel segundo largometraje suyo, para contar los paseos nocturnos entre Su Li Zhen y el solícito policía que la acompaña.

Uno de los personajes de 'Blossoms Shanghai'
La música de 2046 y de The Grandmaster reaparece también de forma intermitente en otros muchos pasajes de esta reconstrucción no de la Shanghái real de los años 90, sino de la ciudad hiperestilizada, quizás soñada –y sin duda idealizada– por un cineasta que convierte la historia novelística de Ah Bao, de la furia bursátil de la urbe, de los negocios legales y delictivos que nacen a su sombra, de los comercios locales, de las fortunas que se acumulan y de la competencia económica desmedida, en mero –por momentos confuso– pretexto narrativo para zambullirse en un apabullante despliegue estilístico, conjugado a veces en términos manieristas y casi solipsistas.
Encuadres y reencuadres incesantes filtrados por sedas y cristales, por espejos biselados, arcos, ventanas y puertas, que se interponen entre los personajes y una cámara en permanente movimiento, mientras un montaje vivísimo y entrecortado, casi jazzístico, salta con celeridad de unos personajes a otros para hablarnos de la excitación –económica y emocional– en la que viven la ciudad y sus habitantes. Wong Kar-wai elevado a la décima potencia.